Me inicié en la fotografía de forma inconsciente, intuitiva y natural, casi como cuando uno empieza a hablar o a caminar. Poco a poco fueron surgiendo resultados interesantes y cada vez era mayor la necesidad de dominar la técnica. Esta es fundamental, pero con el tiempo te das cuenta de que lo verdaderamente importante es lo que cuentas con tus imágenes.
La fotografía no está en el equipo técnico ni en la maestría con la que combinas las variables de tu máquina. La fotografía está en tu cabeza, y sobre todo en tu corazón. Tal vez por eso me dejo guiar por la intuición en el momento del disparo. El resto del trabajo es fruto de las horas delante del ordenador, seleccionando, mirando, corrigiendo, en definitiva, puliendo el discurso.
Mi primera cámara fue una Werlisa, un regalo de mi Primera Comunión. Años después, mientras me hacía biólogo, tuve mi primera réflex, una Minolta. Ahora trabajo con una Nikon, una auténtica maravilla, y una compacta de Canon. Entre mi colección también se encuentran una Yashica analógica, una Werlisa digital y una Nikon Coolpix, también digital, auténticas reliquias ya.
Fotógrafos que admiro hay muchos, algunos clásicos como, Robert Capa, Ansel Adams o Karl Blossfeldt, y otros contemporáneos, entre los cuales destacaría a Edward Burtinsky, Andreas Gursky o Jeff Wall.
Mis intereses se centran fundamentalmente en el paisaje, entendido este como el espacio donde ocurren miles de cosas, que solo requieren ser observadas y capturadas.
Aquí podéis ver algunos de mis trabajos.